sábado, 6 de marzo de 2010

La niñez y los perros

Ya que insistimos, y hasta esta palabra suena redundante, pero no se puede iniciar este post de otro modo... Porque ni siquiera es ficción, aunque jamás pueda darse una prueba o indicio de su veracidad... El cumpleaños es de un amigo; aun no llega a los 40 pero ya se padecen esas inquietudes de mitad de la vida (hoy que nos pronostican una longevidad impensada); la paternidad y sus miedos, etcétera.
"No sé en qué momento, pero la inocencia se pierde en la niñez (no es como dicen, que la adolescencia es el paso, mentira), porque vos entendés lo que es enamorarse de pibe, me refiero a esos amores de pendejo, esa idealización absurda del otro, esa idea del amor que tal vez mamamos en la televisión o nos venden nuestros padres; yo estaba loco, completamente sacado de amor por Daniela, tenía diez años, ella me llevaba meses, no sabía cómo decirle lo que pensaba, el beso que necesitaba, buscar la oportunidad de estar solos. Estas pibas siempre vienen acompañadas, una hermana, una prima.
"Pero entonces vienen las dos corriendo, es una tarde de calor que avanza rápido hacia la nocturnidad, y te dicen que las acompañes, y no alcanzas a atravesar la puerta del patio de su casa que ya se sienten los aullidos, porque no pueden, no alcanzan a ladrar, si apenas tienen un par de dias de nacidos, los perros pelean por flotar en un pozo ciego, y una de ellas te dice que fue su hermano mayor, el Anselmo, que no pueden mantener semejante cantidad, son siete, remarca, que hay que ahogarlos antes de que la madre se dé cuenta. Y al otro día te enterás, el último cachorro no paró de gritar hasta bien entrada la mañana. El apocaliptico final quedó reducido a ese espacio, un pozo ciego que se tragó siete vidas animales."