jueves, 17 de junio de 2010

Hermosa y puta juventud

Me declaro un pésimo lector, y por lo tanto peor crítico, de poesía. Aunque no dejo de admirar la contundencia surreal de Prevert, o ciertos dolores compartidos de Pavese, o los giros exquisitos de Girondo.
Pero sucede, como a veces pasa en los domingos, que leo un suplemento cultural y aparece algo que rompe el hielo, que infunde un tibio aliento y saca del letargo previo al día siguiente, a la semana que comienza.
Aparecen entonces dos obras hermosas, y hay esas ganas de conseguir el libro anunciado de Gottfriend Benn en castellano; el primero es Hermosa juventud:


La boca de una chica que llevaba ya tiempo en un juncal
parecía roída.
Cuando se le abrió el pecho, el esófago estaba agujereado.
Por fin, entretejido debajo del diafragma,
un nido apareció con cría de rata.
Una de las pequeñas hermanitas había muerto.
Las otras vivían a base de hígado y riñones,
bebían la sangre fría y habían
pasado allí una hermosa juventud.
Y rápida y hermosa también llegó su muerte:
las tiraron al agua todas juntas.
Sus hociquitos, ¡qué grititos daban!


El segundo, Puta, dice:


La muela solitaria de una puta
muerta sin identificar
tenía un empaste de oro.
Las restantes faltaban ya cual si hubieran ido
a una cita secreta.
El encargado de los cuerpos se la arrancó,
la malvendió y se largó al baile.
Porque, según decía,
el polvo sólo al polvo ha de volver.