sábado, 6 de noviembre de 2010

Domingo y después

No puede haber dudas, sería un domingo. Si tuviera deseos, si alguna vez quisiera vencer, redoblar la apuesta en vano (porque de antemano sé que perderé, nadie vence a ese absurdo inevitable)... En fin, si tuviera, si anduviera ganas de suicidarme, lo haría un domingo. Elegiría ese maldito día recluido junto al que todos señalan como "el más puto de los Diaz". Su estrategia es así: ser nada, junto a la peor de las fechas en el calendario, junto al principio de un ciclo repetido que durará cinco días, tal vez seis, pero nunca siete, nunca un domingo.
El día de descanso del creador consolida la desazón de los que intentan resignarse a la nada, a la existencia misma... porque cualquiera que apueste por disfrutar esto, por "vivir la vida", verá decaer domingo a domingo ese deseo de estar, de permanecer en esto que ocurre aquí, ahora, pero que puede no ocurrir, que puede dejar de ser en cualquier momento, y a pesar de los domingos.