¿Cómo se habla con una ex?, pregunta Rubén, que no hace más de dos meses que concluyó, de manera Calamariana ("...todo lo que termina, termina mal"), una relación de casi seis años. Evoca una canción de Estelares cuyo estribillo es un homenaje a aquellos mejores tangos desgarrados: "¿Dónde estarás, amor? ¿Quién agiganta el sol?"
No sé, no se puede, dice Luis. Es como actuar una escena absurda -acota-, ambos saben que se están mintiendo, que a la persona que ven en frente ya la saben e imaginan desnudas, con sus olores y defectos, con sus llantos y vergüenzas compartidos, que todo se reduce a una farsa para continuar con ese ciclo monorítmico al que obligan los estereotipos, la buena costumbre, la diplomacia doméstica y un pudor incómodo.
En fin, se incorpora Mauricio, ya pensando en el viaje a Chile que emprenderá en apenas dos días, y del cual todos, los tres, saben que no hay retorno. Es necesario dejar esos vicios, reemprender una huida nunca concluida, y ahora es el tiempo, sabes -se entusiasma.
Ese lunes los tres se mirarán sin decir mucho más. Hablarán de historias ya contadas, rememorarán de diverso modo alguna experiencia compartida, minimizarán algún error y se recostarán anchos sobre un triunfo pasajero. Sabrán que todo lo que digan será un último diálogo, que jamás habrá otro momento que los reúna para seguir inventando un mundo, un futuro, ahí, cercano, si casi lo toco -dice alguien, pero ya ninguno sabe quien lo dijo.
martes, 21 de septiembre de 2010
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