No siempre fue así… Tal vez todo comenzó el día en que el baño del bar dejó de ser el mismo. Seguramente resulte redundante expresarlo de este modo, pero las cosas cambiaron —de qué otro modo decirlo— aquella mañana de agosto cuando entró apurado, como de costumbre, gritando “lo de siempre” mientras avanzaba por el pasillo rumbo a la puerta con el letrero Caballeros. El olor allí ahora era distinto, incluso el color de los azulejos distaba del amarillo cuasi ocre que tanto le disgustaba. Y cuando salió, luego de lavarse nerviosamente las manos, observó que la disposición de las mesas era otra, que los mozos no eran los mismos y que además la vereda, a través del vidrio empañado de la entrada, no le era familiar. Su mesa habitual, junto a la columna lateral, había sido sustituida por una lámpara antigua, conservada en perfectas condiciones.
—¿Quiénes son ustedes? —le preguntó al hombre detrás de la barra.
—Solo usted podría saberlo…