viernes, 31 de julio de 2009

En llamas cuando me acosté

Cuando le preguntaron a cierto hombre, rescatado del fuego, si sabía cómo se había iniciado el incendio respondió: "No lo sé, estaba en llamas cuando me acosté". La historia la cuenta Charly García; el disco, Cassandra Lange.
El diario Río Negro de 20.10.2008 (que no hablaba entonces ni de tí ni de mí) cuenta que, a 100 Km de Viedma, un hombre murió degollado mientras depostaba un animal. La persona, identificada como Miguel Acosta, de 30 años y oriunda de Patagones, al parecer sufrió el accidente en una maniobra irregular cuando despostaba un ternero o un guanaco, previamente cazado. Se sospechaba que el animal que estaba despostando o sacrificando, en ese momento se habría movido, por lo que no se descarta que el cuchillo se le haya escapado. Al día siguiente se demostró que el hecho habría sido un accidente.
En Galimberti, la biografía de Marcelo Larraquy también se recuerda otra muerte similar, por cuatro puñaladas certeras del suicida Cedrón en su propia espalda, en el baño de un aeropuerto de Francia.
Pero, hoy, leyendo Papeles inesperados, de Julio Cortazar, el relato que inaugura el libro, evoca las "figuras" (antes que coincidencias) del autor, y nos habla de "... Felipe Romero el muerto [...] Por abajo del mentón le entraba una daga fina como un áspid, de cabo con rubíes, subiendo su hilo templado a perforar la lengua y los paladares, pasándole a la caja del cerebro para acabar su carrera en el recinto mismo del pensar y el acordarse".

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