jueves, 22 de diciembre de 2011

Noctículas...

Como casi todos los post de esto que obligadamente se llama blog, este comienza con una muerte: la de un joven economista y alto funcionario nacional que, en plena cumbre del Mercosur, decide suicidarse en este estilo casi poético que brinda el cinturon aferrado al cuello.
Uno no puede menos que preguntarse cómo fueron esas últimas horas en una suite que imaginamos no poco apacible y con amplias concesiones. Qué determinó ese lugar, en qué momento ese ego olvidó una mujer que ingresó sin mayores dubitaciones en una convivencia, y no soportó el devenir. Cómo alguien que se especializa en administración de recursos decide eliminar el progreso de una vida jugada, que apostó en tiempos difíciles, cuando muchos huyeron a otros continentes.
Y entonces no saber por qué hay montar el televisor y el reproductor de DVD para ver esa película de Gleyzer que tantas veces postergó, y preferir una medida profunda de JW green label -que regalaron el gordo y el pelado, entrañables compañeros de ruta, a pesar de las diferencias- para acompañar el momento.
Los traidores, tan crudos en la película homónima, se reproducen diariamente... Están allí, tan cerca, pero es necesario creer que sí, que lo que nos rodean albergan la misma idea, que hay muerte, trampa, estafa, pero que por algo aun vivimos, que esto no puede ser tan breve, que aquí no hay -como diría Discépolo- ni rencor, ni veneno ni maldad...
Y ya no importa demadiado que sean las 3 am, como en aquella canción tan pura de Serú Girán, y que sigan esas ganas de beber un escocés con hielo, mientras Gleyzer avanza duro en la pantalla, mostrando en crudo esa verdad tan dolorosa.
Habrá que terminar de verla, de analizarla, pues es ya una falta de respeto apagar el reproductor de un film que se llevó la vida de su director cuando la tiranía ocupó el lugar del pueblo. Ese pueblo que aquel artísta retrató con tanta perfección.

sábado, 15 de octubre de 2011

Cuando sea hoy...

Entonces aparece mi padre. Me había llamado cuarenta y cinco minutos antes, balbuceando frases incoherentes; por ello había optado por decirle que nos encontrábamos en mi oficina, a lo que había respondido “bueno, ahora voy, estoy estacionado a media cuadra”. Pasó el tiempo y ya daba por descontado que había decidido otro itinerario. Pero no, allí estaba. Entró con el rostro hinchado, y me saludó con una explicación: “me quedé dormido en el auto”. Había tomado una pastilla “para los nervios… el médico me dijo media, pero yo me la tomé entera”.
No pude menos que proyectar esa imagen unos años, quién sabe, veinte quizá; lo imaginé senil, durmiéndose, como ahora, en la silla frente a mí. Volví a maldecir eso de llegar a este mundo sufriendo para irse del mismo modo cuando el parto y la muerte son “naturales”. El reloj de arena ya giró, es cuestión de que esos años nos golpeen en el rostro para enfrentarse a algo que hoy se traspoló aquí misteriosa, medicinalmente.

martes, 26 de julio de 2011

El amante

Salen de ver “Midnight in Paris”, la última de Woody Allen, que para Rogelio es la película más snob del director. Sin embargo Susana cree que no, que allí está la verdadera esencia de ese genial autor.
—Si esa es la esencia —dice Rogelio— huele a mierda… o, peor, a pañal de viejo. Acordate que este año cumple 75.
—No seas así —retruca Susana, ya soltándole la mano y cruzando sus brazos de una manera aniñada—: El tipo hace lo que quiere, si no te gusta ahora y antes sí, bueno, debiste estar muy equivocado.
—Claro, puede ser, esta entonces viene a ser como la explicación a todas las anteriores, ¿no? —ahora Rogelio busca consuelo para su mano huérfana en el hombro de Susana, pero es igual que si la apoyara en la baranda de una escalera mecánica—. Mirá, si algo me pudre de este Woody (y me remonto a “Misterioso asesinato en Mannhatan”) es esa necesidad no solo de explicar el chiste, sino de recordarte de que su personaje lo está haciendo, todos sus alter egos cuelgan un cartel imaginario que dice “esto es un chiste, adelante, ría”.
—El único ego que veo es el tuyo, y menos mal que te me sentas al lado, Roge, porque si lo hicieras adelante no podría ver nada de tan inflado que lo tenés.
—Iba a contestarte con una guarangada, demasiado obvia, tal vez muy del Woody actual… Pero sé que me reiría solo, al contrario de recién ahí adentro de ese cine de mierda.
—Tenes razón, la única cara de culo era la tuya.
—Están todos equivocados, Susana, no pueden reírse de una película paisajista con diez o doce gags muy obvios…
—No me banco tu intolerancia, y no estoy bromeando.
—¡Mirá —grita Rogelio— yo puedo aceptar que pienso distinto, pero no voy a permitirte que me llames intolerante, bajo ningún concepto!

jueves, 14 de abril de 2011

La eternidad calva

Dios estaba cansado, aburrido de esa eterna monotonía. Alguien arriesgó que quiso jugar, un juego solitario, pero un divertimento al fin. Le concedió la inmortalidad a un pobre tipo con tanta -o tan mala- suerte que se arrepintió a las pocas horas; y el pobre infeliz ni siquiera alcanzó a saberlo, ni se le ocurrió preguntárselo cuando las ruedas del colectivo se le vinieron encima.

viernes, 25 de marzo de 2011

Identidad

-¿Usted sabe quién soy yo? ¿Usted sabe con quién está hablando?
-No -dijo el policía.
-Pues yo tampoco.

miércoles, 5 de enero de 2011

Traslación (de una idea ajena)

No siempre fue así… Tal vez todo comenzó el día en que el baño del bar dejó de ser el mismo. Seguramente resulte redundante expresarlo de este modo, pero las cosas cambiaron —de qué otro modo decirlo— aquella mañana de agosto cuando entró apurado, como de costumbre, gritando “lo de siempre” mientras avanzaba por el pasillo rumbo a la puerta con el letrero Caballeros. El olor allí ahora era distinto, incluso el color de los azulejos distaba del amarillo cuasi ocre que tanto le disgustaba. Y cuando salió, luego de lavarse nerviosamente las manos, observó que la disposición de las mesas era otra, que los mozos no eran los mismos y que además la vereda, a través del vidrio empañado de la entrada, no le era familiar. Su mesa habitual, junto a la columna lateral, había sido sustituida por una lámpara antigua, conservada en perfectas condiciones.

—¿Quiénes son ustedes? —le preguntó al hombre detrás de la barra.

—Solo usted podría saberlo…