Nadie sabe como responder a un llamado de una ex después de un semestre de incomunicación, dice Damián.
Por eso uno se ataja, dice pelotudeces, y más todavía cuando el día anterior te dormiste con un exceso de alcohol impensable cuando la convivencia. Pero lo que me pudo, lo que me hizo seguir hablando fue -se yergue Damián, exhala, piensa pero no duda en seguir-: escucharla triste... Le dije una boludez que la puso mal, que le hizo temblar la voz, y no pude menos que pedirle disculpas, que tal vez el tiempo, la distancia, no servían para un buen comienzo de diálogo... Pero en el medio -insiste- no podía dejar de pensar en lo que me sucede ahora, en cuánto hubiera deseado recibir ese llamado un año atrás... pensar en una salida, pacífica, heroica y romántica, como en las películas de Leconte que mirábamos juntos... El paso del tiempo, el saber que ahora había algo nuevo que superaba lo anterior cargaba cualquier pensamiento de una nostalgia gris, un recuerdo imposible, la imposibilidad de revisar tantos errores.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Difíciles los re-encuentros porque cuando corre el río, ya no somos los mismos.
ResponderEliminarOiga! No nos abandone!!!
Querido Agustin, nunca nos fuimos, si siempre estamos volviendo diría el gordo triste...
ResponderEliminarDemás está decir que espero tener pronto un ejemplar en mis manos para poder leer a la vieja usanza y saber Quién mató a los viejos Riveri.