La falsa cortesía del empleado de comercio, que saluda amistosamente en el mostrador, pero cuando lo cruzamos en la calle nos ignora por completo.
La soledad del taxista a medianoche, a bordo de un vehículo sin pasajeros, en una calma quieta frente al semáforo.
El haber mudado de domicilio hace tres meses, y conocer (haber visto) solo una vez el rostro de dos de los seis vecinos de piso.
El sueño y sus embates, cuando era necesario, ineludible, permanecer despierto.
Un memorable diálogo entre Víctor y René, mucho tiempo después de haber visto por primera vez El perfume de Yvonne (de Patrice Leconte, 1994), cuando aquél le consulta a ese viejo homosexual si ha recibido noticias de ella:
—Le dije que no la perdiera de vista —le recuerda René.
—Nunca le quité un ojo de encima —contesta Víctor.
—Entonces tal vez la miró demasiado.
...to be continue...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
un taxista detenido en el semáforo a medianoche, no puede sino ir acompañado de sus dedos penetrando su orificio nasal.
ResponderEliminarperdon!!!! (pero es la imagen que me vino a la cabeza... y persisteeee)
Esta vez no fue así, estimado amigo, ja ja.
ResponderEliminarEn otros casos otras cosas ingresan en dichas fosas, mientras suena a todo volumen radio 10.
La falsa cortesía así como la mencionás es moneda corriente.
ResponderEliminarBeso
Lady Baires
del perfume de Ivonne a Radio 10, ¿cómo es que se recorrió ese camino?
ResponderEliminarLady Baires: Coincidimos.
ResponderEliminarS A L: ¿Cómo saberlo? Lo único que tranquiliza es saber que "radio diez" es apenas una glosa a un comentario. En cambio, la hermosura de Yvonne permanece en el texto.