jueves, 8 de agosto de 2019

Madreselvas


Y allí estaba Ignacio, Nachito, mi amigo suicidado luego de un fin de semana de excesos, el 5 de junio del año pasado. No sé qué hacia yo en ese edificio, pero también aparecía mi padre y mi hermano mayor. Era una especie de hotel, nosotros estábamos en una planta superior y debíamos bajar a almorzar en la planta baja a través de un ascensor extrañísimo. Recuerdo que dejé que ellos bajasen para revisar aquella situación atípica y fue entonces cuando también, por alguna otra rara certeza, alguien me hacía saber que mi madre estaba también muerta. Muerta pero no presente como él. Lo supe cuando volví a hablar con Nacho y le pregunté qué día era. No me supo decir nada, buscaba evadir la respuesta hablando con las otras personas de la habitación. No me importa el día, insistí, sino el año. Entonces Nachito comenzó a desaparecer con una queja tenue, maldiciendo despacio. Y yo caí en la cuenta que eso dejaba de ser un sueño, pero no podía entender cuándo había muerto mi madre, no podía saber por qué había un dolor y una ausencia y las ganas de llamarla pero sabiendo que no estaría allí para atenderme. Si hay una sensación de tristeza infinita la conocí en ese instante, en ese mismo momento en que, casi a las 7 de la mañana, desperté para escribir esto y esperar una hora para llamarla a ella aun viva en este lado y preguntarle cómo estás, mamá, y ver si es posible desayunar juntos. Que pronto acabará este puto mundo.

jueves, 28 de febrero de 2019

Ver un vivomuerto

En una época signada por las series de TV y películas sobre zombies, es decir, muertos vivientes, la muerte se aparece como una ficción cotidiana. Algo que les sucede a otros.
Por eso si un día lunes, al salir de una reunión de trabajo, vas conduciendo tu vehículo y ves a dos personas junto a otra tendida en la vereda, frenás y pensás que se trata de un desmayo, que con tu auto podés alcanzarlos al hospital más cercano, que está a apenas 5 cuadras.
Pero al bajar todo es distinto, hay sangre en la calle y junto una persona que mira a lo lejos, que te pasa por encima con la mirada y pierde los ojos en el cielo de las seis de la tarde.
Te dicen que un taxista lo apuñaló, que estaban discutiendo, que se desvaneció antes de pedir ayuda a un joven repartidor de soda que estacionó detrás.
Ves llegar a un patrullero, el único policía que baja se pone los guantes de latex y constata el pulso, o su ausencia. En ese momento ves mirar por ultima vez esos ojos grises, y se oye (o se ve) el ultimo aliento, esa bocanada final.
Por fin llega la ambulancia, lo levantan en camilla y la sirena se abre paso calle abajo.
En los medios te anoticias que el hombre murió, que el taxista se entregó acompañado de un abogado particular, colega de tu confianza.
Esa noche se duerme mal, hay recuerdos entre sueños, y al otro día te enterás de mas de lo sucedido.
Pero lo peor viene al día siguiente. Un ex cliente en una causa penal te llama para decirte que dio tu número a un taxista que mató a un automovilista de una puntada bajo el corazón. Que sabe que vos podés darle una solución rápida. Cortas el teléfono y pensás en escribir lo acontecido.

viernes, 8 de febrero de 2019

Continudad de algunos textos

Mi hermano, luego de una mudanza y reordenamiento de mi biblioteca [al menos 10 años despues] encuentra este texto manuscrito en una edición de Juicio al mal absoluto, de Carlos S. Nino, editorial Ariel:
"Un trozo de papel cayó de sus fondillos. Quien venía detrás lo alzó con prisa, creyéndolo dinero; lo guardó en el bolsillo de su camisa, no sin asombrarse por la fugaz desaparición de su antiguo poseedor.
"Este sujeto, al llegar a su casa abrió el papel y leyó: 'Un trozo de papel cayó de sus fondillos. Quien venía detrás lo alzó con prisa'."